Juan Carreño de Miranda (1614 - 1685)
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Por Juan Carlos Ruiz Souza Cuántas veces recordamos a esos pequeños hombrecillos deformes, alocados o deficientes, inmortalizados por los pinceles de Velázquez para la «galería de bufones» que fue creada en una de las alas del palacio del Buen Retiro madrileño. No es género pictórico que se deba a la peculiar genialidad del artista sevillano, pues numerosos pintores de los siglos XVI y XVII, como Antonio Moro, Juan Bautista del Mazo, Alonso Sánchez Coello, Rodrigo de Villandrando, entre muchos otros, igualmente dejaron constancia de aquellos personajes tan frecuentes en la corte de los Austrias. Al fin y al cabo son cronistas de su época, y junto a los grandes encargos áulicos de soberanos u obispos, de iglesias y palacios, también supieron reflejar en sus obras aspectos menos grandilocuentes y más humanos, y por supuesto no se olvidaron de aquellos seres anormales, pero también extraordinarios, que desafiaban las habituales leyes de la naturaleza, lo que les confería cierto halo de divinidad. Si hoy pudiéramos viajar a la corte del siglo XVII nos llamaría la atención cómo junto a los reyes y nobles encontraron también su lugar estos singulares personajes. Algunos de ellos tenían graves problemas de comunicación, otros eran especialmente agudos en sus comentarios, no faltaron los impertinentes ni los dementes que creían ser personajes del pasado o inteligentes poetas, los torpes que provocaban la hilaridad por sus bromas y extraños movimientos, ni aquellos que por su extremada simplicidad cautivaban el cariño de sus señores. Aunque es fácil pensar que pudieran ocasionalmente sufrir la crueldad y los excesos de unos amos que los utilizaban para su diversión, sí parece ser cierto que frecuentemente lograban su más sincero cariño, e incluso los enanos convivían habitualmente con los niños de la propia familia real. Tal como queda reflejado en multitud de pinturas iban ricamente ataviados y presentaban una posición destacada en las ceremonias oficiales y en los espectáculos de la corte. La costumbre de semejantes compañías cayó en desuso tras la llegada de los borbones al trono español en el siglo XVIII, y realmente hoy ya no sería posible observar aquellas tiernas escenas de niños, perros y bufones, ni un retrato de familia tan directo y entrañable como el que el propio Velázquez nos muestra en sus Meninas. |